Actúa oportunamente contra el ACV

Prevención primaria del infarto cerebral

Infarto cerebral 


Infarto cerebral

El infarto cerebral se define como un síndrome de inicio agudo caracterizado por un déficit neurológico persistente por más de 24 horas, que refleja el compromiso del sistema nervioso central. Los signos y síntomas focales de un infarto cerebral sugieren el área cerebral irrigada por el vaso sanguíneo ocluido. 

En el infarto cerebral isquémico, la oclusión de un vaso sanguíneo compromete la irrigación de una región del tejido cerebral, donde las neuronas son privadas de glucosa y oxígeno, produciendo síntomas y signos que dependen del funcionamiento de esa zona, y a menos que la reperfusión se inicie oportunamente, puede conducir a la muerte celular con secuelas irreversibles. Los dos mecanismos patogénicos asociados al desarrollo de un infarto cerebral isquémico son: la trombosis y la embolia. 

Por otro lado, el infarto cerebral hemorrágico produce un compromiso focal por la sangre y su ràpida coagulación que interfiere con el funcionamiento neuronal a través de la compresión o destrucción del tejido cerebral, o simplemente por la dispersión sanguínea en el espacio subaracnoideo puede afectar zonas alejadas de la hemorragia, conllevando al desarrollo de edema cerebral e isquemia. 

El infarto cerebral isquémico o hemorrágico constituye la tercera causa de mortalidad a nivel mundial; debido a su frecuencia e impacto social y económico, es considerado como un problema de salud pública, donde la prevención primaria (educación del paciente, modificación de factores de riesgo, tratamiento antitrombótico y revascularización), es el principal y más efectivo medio para reducir su incidencia. 

Modificación de los factores de riesgo 

  • Presión arterial: se ha demostrado que el tratamiento con antihipertensivos puede prevenir eficazmente el desarrollo de un ataque cerebrovascular; cada disminución de 10 mmHg en la presión arterial sistólica, reduce hasta en un 30% el riesgo de infarto cerebral isquémico o hemorrágico, independiente del nivel inicial de presión arterial. El tratamiento farmacológico de primera línea son los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA), acompañada de diuréticos. 

  • Glucemia: generalmente los pacientes diabéticos, específicamente los del tipo 2, presentan un riesgo elevado de aterosclerosis, por el aumento de la presión arterial, la obesidad y las alteraciones lipídicas. El control estricto de la glucemia permite reducir las alteraciones vasculares (sobretodo el infarto de miocardio) que a su vez reduce las alteraciones macrovasculares de los infartos cerebrales. Idealmente se busca una HbA 1c < 6,5%, no obstante, la terapia farmacológica debe adaptarse a la condición fisiológica, comorbilidades, riesgo iatrogénico de cada paciente. 

  • Lípidos: se ha demostrado que el uso de atorvastatina (40-80 mg/ cada noche), puede reducir hasta en un 20 % el riesgo de padecer un infarto cerebral. Es por este motivo que en pacientes con trastornos lipídicos se recomienda la prescripción de estatinas con el objetivo de reducir los niveles de colesterol de baja densidad. Asimismo, es indispensable acompañar el tratamiento farmacológico con una dieta balanceada, rica en frutas, verduras y ácidos grasos de origen vegetal, así como de actividad física regular para controlar el perfil lipídico y la obesidad.  

  • Tabaquismo: ejerce un efecto nocivo especialmente sobre el endotelio de las arterias, incrementando el desarrollo de aterosclerosis, debido a que aumenta los niveles de LDL (colesterol de baja densidad), de ácidos grasos libres, y disminuye los de HDL (colesterol de alta densidad que tiene efecto protector y anti-aterogénico) y óxido nítrico. Asimismo, promueve la agregación plaquetaria, la liberación de sustancias vasoconstrictoras que incrementan la viscosidad sanguínea promoviendo la formación de trombos. En este sentido, se recomienda suspender el consumo de tabaco. 
  • Alcohol: el consumo regular de alcohol superior a 60 g/día se asocia a un incremento del riesgo de ACV, según lo han comprobado varios estudios con población general. Una cerveza de 5 grados de alcohol y 33 cl aporta 13,2 gramos de alcohol. Por el contrario, un consumo moderado (12-24 mg es decir hasta dos cervezas o una copa estándar de vino) por día no supone un riesgo elevado para el desarrollo de ataque cerebrovascular o enfermedad coronaria. 

Antitrombóticos
Se ha evidenciado que el tratamiento con antiagregante plaquetario (aspirina, clopidogrel o dipiridamol), reducía el riesgo de desarrollo de un infarto cerebral o infarto de miocardio. 

Si deseas obtener mayor información sobre cómo adoptar hábitos saludables para la prevención de ataques cerebrovasculares o cardiovasculares. Te invitamos a que visites nuestra página web: https://www.recavar.org/.
Obtén más información sobre el ACV
Share by: